Comentario diario

No seamos tiranos

El Evangelio nos hace pensar sobre el cuidado que debemos tener para no imponer nuestro criterio sin más. Debemos estar atentos a lo que opinen los demás. Aquí Herodes hace una afirmación que sabemos es falsa: Jesús es Juan Bautista que ha resucitado. Es verdad que hay miedo: ?cualquiera contradice a Herodes?, pues sabemos cómo se las gastaba. Por eso la pregunta que podríamos hacernos sería más bien: ¿soy yo algo tirano? ¿Maltrato a las personas? o, lo que puede ser más frecuente ¿las desprecio, a ellas o a sus opiniones? ¿Es mi actitud avasalladora? ¿Soy cruel con las personas que dependen de mí? 

Hacernos estas preguntas de verdad, podrá ayudarnos a mejorar nuestra conducta con los demás. Pensad que todos tenemos tendencia a dominar y a subyugar a los demás, a imponer nuestro criterio y, a veces, incluso nuestro capricho. Y, detrás de nuestra imposición, siempre hay alguien que sufre nuestra ?tiranía?

Herodes no era lo que podríamos decir, creyente; lo único que buscaba  era su egoísmo o satisfacer sus instintos, estar de fiesta en fiesta;  sólo quería quedar bien. Estaba poseído de un pecado muy grave que le hacía sufrir mucho a él mismo y a los demás:  la vanidad. No cree en nada, pero cree que Jesús es ?Juan el Bautista que ha resucitado de entre los muertos, y por eso los poderes actúan en él?.

A veces nos encontramos con personas así. Gente que no tiene fe, que no está dispuesta a creer en lo que Jesucristo enseñó en el Evangelio, en lo que trasmite la Iglesia Católica (que no hace otra cosa que ?trasmitir? las enseñanzas de Jesús), pero está dispuesto a creer a gente que lee cartas, que ?adivina? el porvenir, o sufre por ?maleficios? o por imaginaciones casi surrealistas. 

Se sabe que en algunos países, hay sectas terribles o algunas otras no tan terribles, originarias del protestantismo, que embaucan y hacen creer a gentes ingenuas e incultas, cosas muy extrañas, sin coherencia en esa fe; creer unas aseveraciones que parece mentira que alguien pueda profesar. Y es que cuando más disminuye la fe en Jesucristo, en la verdadera fe, más crecen las creencias en magias, apariciones y adivinaciones.

Pero lo que nunca pierde el hombre, es la ?necesidad de creer?; porque el hombre se da cuenta de que hay algunas cosas en él que no pueden ser explicadas sin lo que llamamos fe. Casi se podría afirmar que no es conocido a nadie sin fe o sin sus ?creencias?: una especie de fe a su manera, hecha de miedos y de conveniencias para el tipo de vida que lleva. Incluso en las conversaciones normales se habla así: ?yo no creo que Dios??; ?sí, yo creo que eso es muy grave?? Tanto lo que cree como no cree, no mira a si lo ha dicho Dios realmente, o Jesucristo, sino simplemente ?su religión?, ?sus creencias?

Hemos de pedir a la Virgen que nos ayude a formarnos muy bien, a preguntar lo que no sabemos, a aceptar lo que nos enseña quien tiene autoridad dentro de la Iglesia. 

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